Agua


Me sumergí y mi cuerpo se hizo paso entre las hojas verdes, violáceas y de tonalidades oscuras de los nenúfares que, a un ritmo acompasado, emitían humildes burbujas llenas de oxígeno impulsadas contra la gravedad hasta llegar a la superficie.

Me sumergí y respiré los rayos de luz atravesando las aguas transparentes que me descubrían el secreto que entraña el color turquesa.

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Me sumergí y fui testigo de un milagro de la naturaleza en el que mi rostro se exponía a una temperatura casi gélida mientras mi cuerpo se desentumecía de los encantos y desencantos de la vida, al calor de un fenómeno natural en un espacio casi único digno de admiración.

A mi alrededor otros privilegiados como yo, a mi alrededor, plantas acuáticas, patos y otras aves observaba pausadamente el milagro natural del balneario de Siófok.

Me sentí libre y parte de una energía natural manaba dentro de mi, y yo dentro del agua. Sin límites que exigiesen un comportamiento especial, sin límites de otras gentes, nada más que sin límites.

Emergí del agua y el frío existente que rozaba los estados gélidos dejaron de ser fríos. Emergí y sentí que el frío había dejado de ser frío, lo desagradable ya no lo era. Emergí y sentí ser parte de una maravilla del mundo y simplemente tuve sed de más.

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